jueves, 19 de abril de 2012

Corrientes

Apenas te conozco pero ya me lees de memoria.
Encuentras mis tempestades internas
y las conviertes en aguas quietas por instantes
a pesar de que el mar revuelve en mí inconforme curiosidad.

Leemos esta historia a medida que la vamos escribiendo,
y tengo miedo
porque estoy acostumbrada a saber qué contiene la siguiente página.

Me faltan dos años para dos décadas y hasta ahora el tiempo solo ha sido tiempo. No sé cómo vivir y por eso lo hago rápido. Por eso busco y creo respuestas insaciablemente, por eso ignoro el valor de la incertidumbre. Por eso para mí la palabra amor era sinónimo de un infinito incondicional. En cortos días, como tú los llamas, todo esto ha cambiado. Ahora el amor lo siento instantáneo, lo siento más valioso, lo siento ahora, lo siento más real.

Porque solo tú ves ojos rojos donde los demás los ven cafés.
Porque escucho tu voz entre mi oreja y mi cuello y me siento amartelada.

Contigo no sé muchas cosas
Pero siento que está bien no saber.

Sin miedo y con tranquilidad acepto que somos tú y yo,
solo tú y yo y nadie más.

Parménides dice que el río sigue siendo río a pesar de las nuevas corrientes. A diferencia de antes, ahora no le veo nada de malo. Amo tu río, amo sus aguas, las contaminadas, las puras, incluso las que ya han pasado.

El resto de mi respuesta es solo el silencio que producen en mí tus palabras. Un silencio que no conocía, un silencio que solo sé definir como la connotación que tiene Buenos Aires para mí.

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