miércoles, 18 de abril de 2012

Penélope

Esta vez fue Penélope la que se marchó. Pero sigue siendo ella la que teje y desteje con hilo negro las horas del día, tratando de hacerlas desaparecer. Se confunde. Descubre la luna llena escondiéndose detrás de su ventana y cree firmemente que Odiseo está con ella. Ausente. Sonríe, sin razón aparente, mientras trata de desenredar y diferenciar los recuerdos vividos de los imaginados. Suspira y piensa que no importa, porque al fin y al cabo, todos los recuerdos son inventados. Sin embargo, sigue tratando de separarlos porque le parece imposible, imposible que la realidad intocable haya sido tan perfecta. Se siente borracha entre deseos e ilusiones atados por el tiempo. Quiere borrar este concepto porque es el culpable de su estado. Trata de aferrarse a cosas pequeñas, a palabras que pesan tanto, a melodías que la hacen sentir ligera. Cada cuarenta y ocho horas lo siente más cerca que nunca pero no logra sentirse completa.


Y de esta manera, Penélope soporta quien sabe cuánto tiempo. Enredando el hilo negro apropósito, esperando que Odiseo vuelva, o tal vez, que ella vuelva a él para coser nuevamente cualquier artefacto que necesite reparo.

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